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  A G A R T H I   E N   E L   S U R 

  p o r  E d u a r d o   G r o s s o

 

 

CAPITULO 9:

CHINTAMANI

 

El espectáculo natural del Glaciar Perito Moreno era increíble, una mole de hielo sólido que avanzaba sobre el Lago Argentino.

 

A pesar de no ser época de ruptura, los crujidos del hielo quebrándose podían escucharse nítidamente.

 

Su color azulado radicaba en el oxígeno contenido en su estructura. Ese hielo que observábamos tenía miles de años, eran ejemplo perenne de la historia geológica del planeta.

 

No podía dejar de recordar a esos otros glaciares que hacía 12.000 años habían destruido Thule, la ciudad primordial de nuestra raza en la lejana tierra de  Hiperbórea, en el extremo norte de nuestro planeta.

 

Allí comenzó el éxodo que nos llevó al resto del globo. Aquí comenzaba mi última prueba para arribar al templo mágico.

 

Era el punto de inflexión, el nexo entre la historia de la raza y la mía propia. El fin y el principio. El alfa y el omega.

 

¿Qué debería hacer? Sebastián no lo había mencionado en nuestra travesía hasta el glaciar.

 

Habíamos traído equipo de escalamiento y algo de comida. Todo el paisaje, majestuoso, era una inmensa soledad.

 

No teníamos muchas horas de luz, la naturaleza parecía dormida, en éxtasis. El silencio era tal que podíamos sentir nuestras pulsaciones.

 

-Debemos avanzar por encima de la pared del glaciar, ponte estos zapatos especiales, tienen clavos debajo de la  suela, es para no resbalar. Tenemos que evitar que nos divisen los guardaparques, si bien no es ilegal lo que estamos haciendo, cuanto menos sepan que estamos aquí mejor.

Mientras colocaba estos zapatos con grampones debajo de mis botas, pregunté a Sebastián la dirección a seguir y hasta dónde.

 

-Vamos hacia el Noroeste, en dirección de la cordillera, casi en el límite con Chile. Con esta temperatura y en esta época del año es un camino peligroso. Existen muchas grietas y posibilidades de aludes en la zona de montaña. Son aproximadamente 35 kilómetros. Tenemos 72 horas para hacerlo. Es imperativo que llegues antes del día 24.

 

-¿Vamos hacia el Templo?- Pregunte emocionado previendo el final de mi aventura.

 

-Primero debes encontrar el fragmento de la piedra Chintamani, una esquirla de la piedra mayor que se encuentra en Agharti. Se dice que esta piedra es un regalo de los dioses, o seres superiores que otrora guiaban los pasos de nuestro pueblo. Muchos personajes de la historia han poseído fragmentos de esta piedra, Salomón fue uno de ellos, Merlín “el mago” fue otro. Dice la leyenda que esta piedra otorga mayor sabiduría y entendimiento a quien la posea. Debes encontrarla en esta inmensidad y una vez con ella, deberás vencer el terror.

 

Reconozco que esas palabras me inquietaron sobremanera. ¿Vencer  el terror, a qué se refería?

 

Comenzamos nuestra travesía, caminábamos por sobre el glaciar de manera precavida pero firme. Los zapatos con grampones eran una maravilla, evitaban el deslizamiento y daban una sensación de seguridad.

 

-Va a nevar – Fue la aseveración de Sebastián- Viene una gran cantidad de nubes oscuras desde el sur; puede ser un temporal fuerte, debemos apurarnos, tal vez podamos alcanzar las cuevas que existen en las  laderas de unos cerros cercanos.

 

Caminábamos como autómatas sobre el río de hielo, la luz era escasa y el esfuerzo se hacía sentir en toda su magnitud.

 

La temperatura había descendido por debajo de los 10 grados centígrados bajo cero.

 

El infaltable viento de la Patagonia se había convertido en un ventarrón impresionante, por suerte lo teníamos empujándonos desde atrás y no nos dificultaba el andar.

 

A medida que avanzábamos no podía dejar de maravillarme con el paisaje, una inmensidad blanca matizada por aquí y por allá con espejos de agua helada y picos de montañas con formas afiladas que desafiaban la arquitectura más vanguardista.

 

Era el reino de lo imprevisible, caminábamos cuidándonos mutuamente, las grietas en el hielo eran frecuentes, a poco había estado yo a punto de caer en una, desde ese momento nos pareció prudente avanzar unidos por una cuerda de seguridad y usando bastones para nieve para ir tanteando el terreno.

 

La pequeña brújula de agua que tenía como llavero y que me acompañaba en cada viaje turístico no dejaba de girar locamente; no podíamos depender de ella para orientarnos; ya Sebastián me lo había anticipado:

 

-En esta zona ocurren extraños fenómenos de tipo electromagnético, las brújulas no marcan el norte, los equipos de comunicación son inservibles. Muchas veces se reportan esferas luminosas saliendo de los lagos y de las montañas, es todo parte del mismo fenómeno  que te menciono. Nuestro pueblo ha adaptado estos sucesos naturales para realizar elementos de protección. Únicamente llegan al Templo aquellos elegidos; los “otros”, aquellos que no han sido invitados, nunca podrán traspasar las fronteras de nuestro reino. Esto es así desde hace milenios y no va a cambiar. Debemos orientarnos a través de nuestra percepción extra sensorial, así como el pescador se orienta en el mar sin otro elemento más  que sus sentidos, nosotros debemos buscar en nuestra intuición el camino correcto hacia el objetivo.

 

Una “ola” de pensamiento me azotó, fue como vivir otra realidad al mismo tiempo, era una visión pero con la intensidad de la vida misma y durante unos segundos no pude discernir lo real con la imagen reflejada en mi mente.

 

Vi como Sebastián me observaba,  mirándome con cara de preocupación o incertidumbre. Seguidamente me instó a que le relatara aquello que me ocurría en esos momentos.

        

-Mientras caminábamos -relaté extrañamente calmo-  tuve un sueño en estado de vigilia, una visión si así quieres llamarle. Vi una caverna ubicada en una cañada y una pequeña luz azul brillando en su interior. Debemos dirigirnos ahora hacia al Oeste  y encontrar dos picos gemelos, son dos torres graníticas que asemejan alas extendidas; esa es la entrada al valle. En el amanecer del día 24 el Sol se eleva entre estas dos moles y la sombra de la que está mas al Norte, exactamente al Mediodía,  nos indicará la ubicación de la caverna que he visualizado. ¡Debemos apurarnos y estar al Oeste del valle en ese momento!

 

Sebastián me miró con alegría y comprendí que él había estado esperando esta revelación de mi parte.

 

-Tu percepción se ha acrecentado, has recibido el llamado de nuestra herencia. ¡Mi presencia aquí ya no es necesaria! Tu última prueba será encontrar el valle y la cueva sagrada. Carlos, no hay fuerza externa que no puedas superar para lograr alcanzar tu destino. El reto está en vencerte a ti mismo, en la auto-superación esta la clave de la última prueba. Deberás vencer tu miedo más temible para acceder a otros estratos de la Orden.

 

Observé como Sebastián se alejaba de mí, volviendo sobre sus pasos, con una extraña expresión de tristeza y comprensión profunda.

Antes de irse había hecho uno de sus trucos mágicos y había materializado una pequeña medalla con el símbolo del Ojo de Horus (en el panteón de dioses egipcios, éste era  hijo de Osiris) y en su centro tenía engarzado un reluciente rubí facetado.

 

Me aseguró que me sería de utilidad, además de ser símbolo de nuestra amistad.

 

Había comenzado a nevar copiosamente, en poco más de dos horas la nieve se había acumulado hasta 30 centímetros haciéndose complicado mantener un paso vivo.

 

Me dirigía al oeste sin ningún tipo de mapa o indicación, solamente mi instinto me dictaba la dirección a seguir.

 

Estaba casi seguro que no estaba lejos de Laguna del Desierto, una de las zonas que otrora habían estado en disputa entre Argentina y Chile; sin embargo caminaba a través de un paso entre montañas que no me permitía ver el paisaje a la luz de la semi cubierta Luna, sólo paredes blancas a mi alrededor en la oscuridad de la noche.

 

El frío era intenso pero mi burbuja, mi campo de energía me protegía bien; recordaba el día que la había confeccionado por primera vez, hacía tan poco y sin embargo parecía una eternidad...

 

Era noche oscura, con pocas estrellas y la Luna asomando tímidamente entre las nubes de un cielo que ahora aparecía muy cubierto; había dejado de nevar.

 

Me decidí  a caminar todavía una hora más con la intención de avanzar todo lo posible en dirección al valle.

 

Sentía una presencia intangible, indefinible pero permanente. Sabía que estaba solo físicamente, sin embargo no me sentía así.

 

Caminaba tanteando el camino en la oscuridad de la noche, ningún sonido podía escucharse en derredor...

Podría perderme aquí y nadie me encontraría jamás, habría desaparecido del mundo.

 

Sentí imprevistamente miedo. Debía sobreponerme, no perder el control, pensar lógicamente.

 

En las últimas semanas había descubierto cosas maravillosas sobre nuestra propia naturaleza, había visitado la antesala del reino espiritual, me había convertido en el Verbo de mi pequeño micro-universo, comprendí que la muerte era un estado de transmutación hacia otra existencia y que mi esencia era inextinguible e inmune a la acción de los eones.

 

Había transitado al borde del verdadero abismo, de alguna manera ese era un lugar infinitamente más solitario que  esta extensión helada en el sur del continente.

 

Enfrentaría mi destino en cualquier comarca.

Me conforté imaginando que caminaba por el más suave jardín rodeado de flores y esculturas exquisitas.

 

¡Y esa presencia! Conocía esa sensación indescriptible, como estar al lado de la mujer que se ama. ¿Era el recuerdo subconsciente de mi esposa?

 

No, definitivamente. Esta sensación era un sentimiento que había sobrevivido a la acción de las vidas pasadas. ¡Freya!.

 

Sentía su tacto, su perfume, el calor de su cuerpo...

 

Sumergido en mis pensamientos reaccioné tarde. Un pequeño temblor, un crack sordo, profundo y alejado en la cumbre de la montaña...

 

Un segundo más tarde y el ruido lejano de 100 locomotoras que se me acercaban lenta pero inexorablemente.

 

¡Un alud de nieve y hielo! En plena oscuridad debía correr hacia el lado opuesto a la avalancha. Si bien sonaba bastante alejado (esa era mi esperanza además) tenía poco tiempo hasta que el extremo anterior de la  pared de nieve me alcanzara.

 

Corrí y corrí como si me persiguiera el diablo. El alud destrozaba los árboles helados de la ladera como si se tratara de escarbadientes. Doscientos metros me separaban de la posibilidad cierta de pasar a mejor vida.

 

Veinte  segundos después una ola de viento me azotó y otra de nieve me cubrió. Me sentí un corcho flotando en un mar tormentoso.

 

Mi último pensamiento fue un recuerdo de mi infancia: había querido agarrar un “bicho bolita” y éste habiéndose replegado en forma circular se me había escurrido de entre los dedos...

 

Me desperté tiempo después (no sé cuanto) mareado, aporreado, con nieve en mi boca,  pero sin nada roto, al igual que el “bicho bolita” de mi infancia había sobrevivido escurriéndome del gélido abrazo del alud.

Tuve la enorme suerte de que solo una fracción del alud me aporreara, si hubiera estado cien metros mas al Este, no estaría aquí para recordar el acontecimiento.

 

Mi mochila se había perdido, junto con el equipo y los comestibles. En plena oscuridad no podía encontrar absolutamente nada.

 

Lo importante era que increíblemente estaba vivo y aparentemente sano. Había perdido mis referencias.

 

El paisaje se había reformado, me sentí desfallecer. Debía descansar, reorganizarme, buscar nuevamente el rumbo.

 

Allí no había vegetación y suponía que tampoco animales. ¿Qué habría hecho Robinsón Crusoe? Seguramente habría subido a una palmera y se habría comido un coco.... ¡Difícil que yo  pudiera hacerlo en estas latitudes!

 

Sebastián había mencionado algunas cavernas en esta zona. Debería encontrarlas sin demoras, o al menos un refugio de montaña. Pero...

 

¿Cómo?

 

Instintivamente tome el medallón con el símbolo de Horus; el pequeño cristal de rubí brillaba en su centro de manera refulgente. ¡Epa! ¿Y esto?

 

Noté que únicamente brillaba en determinada dirección, algo debería significar, era mi única esperanza, lo intuía...

 

Mi campo energético se estaba debilitando, necesitaba comer y dormir. No era omnipotente, solamente un humano buscando sus raíces.

 

Comencé nuevamente a caminar, como un autómata, “un muñequito a  cuerda”.                                 

 

Fueron dos horas a paso veloz, gastando la poca energía que me quedaba; el medallón seguía indicándome una dirección. “Dios aprieta pero no asfixia”, rezaba un viejo adagio.

 

Era verdad. Después de un recodo había una construcción. ¡Una cabaña!

Llegué hasta la entrada y leí un letrero sobre la puerta: “Gendarmería Nacional, Refugio Florentino Ameghino”.Salvado!

 

No había luces encendidas pero la puerta estaba abierta. En su interior encontré una abundante provisión de velas, leña y latas de conserva.

 

¡No existen  lugares olvidados por Dios! También, sobre una pequeña chimenea construida en piedra, había una pequeña estatua egipcia. Era la estatua del dios Horus. ¿Precognición o previsión?

 

Todo es parte de nuestro mundo maravilloso.

 

Permanecí en el refugio todo el resto de la noche, dormí de un tirón después de una suculenta cena basándose en latas de arvejas y choclos que calenté en una cocina a leña.

 

También descubrí una botella de caña y le di un trago, el calor me envolvió reconfortándome; me acordaba de Javier y su copa de vino tinto abocado... sin duda mi cuerpo lo necesitaba en esta ocasión; para arrepentirse habría tiempo...

 

En la cordillera amanece tarde, estaba en una longitud bastante más al oeste que la de Buenos Aires, reflexioné que era la primera vez que recordaba el lugar donde había vivido durante mucho tiempo y subconscientemente me encontré tarareando “Mi Buenos Aires querido...”, aunque sinceramente no tenía nostalgia alguna.

 

Pensar que hubiera podido seguir viviendo en la oscuridad toda mi vida. ¿Cuánto significaría lo que había aprendido acerca de mí y de una raza olvidada por la historia?

 

¿Cómo seguiría mi vida en el futuro?

 

Tome prestado un bolso que estaba en la cabaña, un poco de comida enlatada y salí en busca de mi valle encantado, agradeciendo por enésima vez a la Gendarmería Argentina y a mi amigo Sebastián por la ayuda recibida...

 

Tres horas de caminata forzada (nunca había estado en el lugar, sin embargo sabía hacia donde me dirigía, en un Deja Vu intenso) me llevó encontrar las moles graníticas en forma de alas extendidas, estas eran  tal como las había visualizado; con un poco de imaginación podía pensarse que era una escena donde a mí me tocaba enfrentar a un ser alado gigantesco que se elevaba al cielo desde las entrañas de la tierra; un verdadero cuento de Tolkien en la Patagonia Argentina.

 

Debía apurarme y atravesar el portal para internarme en el valle una distancia suficiente; al mediodía de ese 24 de Junio, la sombra formada por una de las elevaciones me indicaría la entrada de la caverna. Chintamani estaría allí, esperándome.

 

Once y cincuenta y cinco de la mañana, la espera me mortificaba...tomaba entre mis manos el medallón que me había salvado la vida, pero desde la noche anterior había dejado de brillar, había cumplido su objetivo; seguramente fuerzas superiores esperaban que yo cumpliera con el mío.

 

Era Mediodía.

 

El Sol se había levantado entre las dos “alas” a lo largo de la mañana y ahora una de ellas extendía su sombra sobre la ladera de una montaña cercana.

 

Llegó la oscuridad hasta un punto máximo y retrocedió, era la marca esperada.

 

La montaña no estaba lejos de mi posición, debía trepar poco más de cien metros para llegar a la entrada de la cueva; desde el lugar donde yo estaba, ésta no revelaba la entrada, sin embargo sabía que estaba ahí.

Poco más de una hora tardé en llegar al lugar, el hielo estaba muy resbaladizo pero logré localizar la pequeña boca de entrada de la gruta.

 

Con impaciencia me deslicé a su interior arrastrándome de espaldas entre el hielo y la pared rocosa.

 

Su interior era amplio, su techo debería estar a cuatro metros de altura, de éste colgaban cientos de estalactitas, dando un efecto fantasmagórico en la estancia; miles de años habían tardado en formarse estas curiosas estructuras.

 

Detrás de las columnas gélidas,  la gruta se internaba más aún en la montaña.

 

Seguí cautelosamente tratando de no romper estas maravillas naturales. La humedad estaba en el punto de saturación.

 

Por suerte Sebastián me había proporcionado una pequeña linterna halógena que había colgado de mi cinturón, ésta me permitía ver perfectamente el interior; su luz producía reflejos en las paredes de hielo formando imágenes espectrales.

 

Seguí avanzando durante quince minutos, la caverna se había estrechado y el techo apenas superaba mi estatura.

 

Me sentí inquieto, mi pecho oprimido, me costaba respirar. La sensación de claustrofobia era agobiante.

 

No quería retroceder de ninguna manera, había llegado hasta aquí y seguiría adelante.

 

A pesar de no sentirme bien seguí internándome, tal vez doscientos metros, a través de una galería que tenía una suave pendiente descendente.

 

Las paredes parecían pulidas, cortadas en ángulos rectos. El piso era rugoso, tenía como muescas que ayudaban a no resbalar; se notaba en esta sección la mano del hombre, sin duda esta caverna estaba horadada artificialmente.

 

Al principio no pude definirlo muy bien, parecía el final del túnel, pero sin embargo... ¡Una puerta!

 

Una puerta de piedra cubierta de símbolos, pero no eran símbolos astrológicos. ¡Eran runas!

 

Reconocí la escritura de los antiguos Hiperbóreos.  No se podían notar con claridad, parecían derruidos por el paso de los siglos, sin embargo palpando los bordes reconocí los dos símbolos centrales: la runa de la Vida y la runa de la Muerte. El principio y el fin. ¿Cuál me correspondería?

 

Parecía estar en estado de shock. No podía pensar, sentía una tonelada de peso sobre mi pecho.

 

La pequeña linterna era mi apoyo psicológico, la luz que me permitía seguir cuerdo. ¡Debía resistir!

 

Empujé la puerta con toda la fuerza que tenía y ésta cedió de inmediato, los goznes parecían recién aceitados y balanceados.

 

Penetre en una estancia del tamaño de una habitación de hotel, el silencio absoluto y un frío gélido se hacía notar en el interior de mi cuerpo.

 

En el centro de la estancia había un pedestal de piedra sobre el cual brillaba un objeto irregular, de diez o quince centímetros de longitud.

 

¡Chintamani! La piedra mágica emitía un fulgor azul cobalto, su efecto era hipnótico, invitaba a dormir, a dejarse llevar  hacia la inconciencia. Una somnolencia me invadió...un enorme deseo de dormir, dormir.....un suave descanso, una relajación profunda... pensar en nada...soñar...

 

Algo me despertó, un roce de algo pegajoso sobre la piel de mi brazo desnudo.

 

¿Dónde estoy? Estaba acostado sin ropa sobre una mesa de piedra, su superficie era pulida y rezumaba humedad.

 

Palpé desesperado a mi alrededor.  Mi vista se acostumbró a una penumbra rojiza, había pasado del punto de congelamiento a  este lugar con un calor sofocante, una atmósfera pesada, era como respirar un líquido que quemaba en mi interior.

 

Me incorporé bajando de esa mesa pétrea, mi cabeza había estado descansando sobre una túnica doblada en cuatro.

 

Me puse esa indumentaria, no quería enfrentar desnudo mi futuro inmediato.

 

La túnica estaba cubierta también con símbolos rúnicos, éstos relucían de manera fosforescente sobre la tela color crema, sabía que era ropa ceremonial.

 

Pero, ¿Qué ceremonia debía enfrentar? ¿Qué había pasado con Chintamani?

 

A medida que mi vista se iba acostumbrando a esta penumbra rojiza, pude notar como “caños” o tuberías en el techo, piso y paredes laterales; además la cueva parecía estar viva, como si fuera orgánica; daba la impresión de expandirse y contraerse cíclicamente, pequeños relámpagos iluminaban brevemente el ambiente; es difícil la descripción ya que en ese momento no podía establecer un parámetro con algo conocido.

 

Parecía la antípoda de mi experiencia en el archivo akásico;  el lugar actual tenía que ver con lo bajo, con lo animal, esa era mi impresión, mi sentimiento.

 

No quería pensar en la similitud con la idea que tenemos los occidentales del Infierno.  ¿Qué me esperaba?

 

Runas de oro estaban impresas sobre la pared posterior de esta extraña habitación; pude entender las palabras pero no su significado real:

 

“Quien ciña la corona de los planos superiores, poseerá el poder de cerrar los portales de la locura que se apodera en nosotros,  de nuestros temores ocultos”.

 

Poco tiempo tuve para tratar de interpretar tan enigmático mensaje.

Un alarido desgarrador retumbó desde todos los ángulos, a punto estuve de orinarme encima...ruidos de cadenas se dejaban oír viniendo hacia mí.

Las paredes latían ostensiblemente, un líquido rojo era exudado por el techo y las paredes  de la habitación.

 

Giré sobre mí mismo para tratar de encontrar una salida, la estancia parecía construida con una tela de goma.

Seguían las contracciones y los ruidos sin cesar...no existía una salida visible.

 

Me preparé para lo inesperado...pero no para lo que finalmente vi.

 

De las paredes y el techo se desprendían figuras grotescas, monstruosas, parecían en carne viva, desolladas.

 

Su olor era nauseabundo.

 

No caminaban sino que se arrastraban por el piso y dejaban un rastro de sangre a medida que avanzaban.

 

Me rodeaban y cercaban, entonces pude ver sus  rostros,  y aunque deformados los reconocí: todos tenían mi cara; mutilados y sin carne pero eran mis facciones.

 

¡Dios, ayúdame! Perdí de pronto el control, grité desesperadamente pidiendo ayuda, quise pasar a través de estos seres abominables pero me abrazaron con sus manos pegajosas; caí desesperado presa de la más horrible desesperación.

 

Mi fuerza no bastaba para liberarme, sus brazos me sujetaban como tenazas de acero. ¡No tenía salvación, habría de sucumbir en este infierno!

 

Sus manos cubrían mi boca y nariz, respiraba a través de esa pulpa sanguinolenta.

 

En un último estertor de pensamiento razoné que me había vuelto loco.

¡Locura! Fue casi un pensamiento consolador... No podía terminar todo así, había llegado a esta prueba con el deseo de mi corazón y todo mi intelecto.

 

Esto era una pesadilla atroz, horrible; había perdido la posibilidad de despertar de este sueño, moriría en este infierno donde subyacía el peor de los horrores.

 

Nada quedaría de mí; nada de mi cuerpo y de mi mente. ¡Mi mente!..

 

“Cerrar la locura de nuestros temores ocultos” así decía la leyenda en la pared.

 

¡La Corona! ¡Los planos superiores!

Debía usar mi instinto, jugar mi última carta.

 

¡Pensar en analogías! Recordé las palabras de Sebastián y su lección de magia: “¿Qué es real y qué no?”.

 

Y ¿Entonces? Si esto no era real, solamente podría tratarse de mi mente.

¿Pero qué? Debía pensar rápidamente.

 

Si estos monstruos fueran producto de mi mente entonces  los temores que ellos representaban  serían algo así como el  delirium tremens, similar al que le ocurre a los bebedores, verdaderas alucinaciones internas producidas por la  abstinencia del alcohol.

 

Si este fuera el caso entonces la Corona habría de significar elevarme al más alto de mis cuerpos sutiles,  mas allá de mis temores ancestrales, salir de la mente elemental, del bajo astral, de los sentimientos de índole semi-animal.

 

Estas figuras monstruosas serían si  duda mi creación. ¡Podría eliminarlos! ¿Cómo? No podría ser peleando físicamente, no tenía lógica, no era esa la respuesta.

 

¡Pronto, pronto, debería encontrar la solución! Debía elevarme a planos superiores.

 

¿Cómo hacerlo? ¡Pensamientos elevados!

 

Debería ignorar a estas entidades, sacarles el valor, reducirlos a la no-existencia, borrarlos de mi universo mental.

 

¡Lógico, pero difícil de hacer!

 

Esta cueva era la representación de una especie de cerebro, el hogar de mi mente, como un teatro donde estaban actuando las distintas fases o niveles de ella; la eterna lucha del bien contra el mal y su obligada coexistencia.

 

La materialidad de la mente animal con sus deseos elementales de comer, aparearse y cuidar el territorio y la mente superior con sus sentimientos nobles, su conciencia de ser  y el   entendimiento de su raíz Divina.

Comencé a visualizar una fuerza compuesta de amor puro, no el sentimiento mezquino que se siente por algo,  sino aquel que nace del corazón.

 

Una fuerza capaz de llevarme a alturas insospechadas de conocimiento y de iluminación a través de los eones transcurridos desde la primera encarnación.

 

Mis diferentes vidas, la raza, el planeta, nuestro papel en la obra Divina, la Gran Obra.

 

Chintamani brilló en mi mente como un Sol que ilumina y da vida a su creación. Pude ver sus siete rayos en arco-iris bendiciendo todo a su paso y otorgando el valor y la verdad.

 

Donde reina el Amor, no puede existir el Infierno, lo había comprendido en un flash de entendimiento supremo.

 

Poco a poco esas figuras comenzaron a retroceder impelidas por una fuerza superior a las suyas.

 

La habitación comenzó a cambiar su luminosidad rojiza hacia un azul profundo que provenía de una pequeña piedra luminosa ubicada sobre un pedestal de piedra en medio de una gruta.

Había vuelto a mi encuentro con Chintamani.

 

Algo había cambiado; una figura estaba a su lado, un pequeño hombre, oriental, con aspecto frágil, muy viejo, totalmente calvo, vestido con la túnica  color naranja propia de los sacerdotes budistas del Tibet, a pesar de su aparente edad sus ojos brillaban como los de un adolescente curioso. Me hizo una reverencia a modo de saludo sincero y fraternal y  sin hablar, sin embargo,  me “hablo”.

 

-Soy  Jo Chien Chuang- dijo mentalmente – Aunque los adeptos y estudiantes de ascendencia hispana me dicen simplemente Padre Juan.  Tu, has pasado satisfactoriamente la última prueba, tal vez la más difícil que has enfrentado. La piedra mágica Chintamani nos revela, entre otras de sus  capacidades, nuestros condicionamientos internos, nuestros temores, los horrores de nuestro subconsciente, revela el demonio que llevamos dentro y que convive con nosotros en un juego de contraposiciones. Somos el lobo y el cordero en una persona, el Yin y el Yang, lo blanco y lo negro, lo fuerte y lo débil. Dos energías que están siempre presentes y que debemos aprender a dominar. Podrías haber muerto en esta habitación a causa de tus temores y condicionamientos, sin embargo has cumplido con las expectativas de nuestros Hermanos Superiores. ¡Has entendido! ¡Han hecho sin duda una buena elección! Debemos sin demora ponernos en camino hacia el Templo de Kuam Shu. Los demás aspirantes han llegado y esperan para la ceremonia.

 

-¿El Templo esta aquí?- pregunte tratando de asimilar finalmente mi pasada experiencia inmediata.

 

-Debemos viajar un poco, tal vez unos 1800 kilómetros, pero no te preocupes, lo harás cómodamente sentado y disfrutando, aunque no el paisaje...

 

Salimos de la habitación donde estaba la piedra mágica y nos internamos en una galería que bajaba aún más hacia el interior de la montaña.    Poco después emergimos a una extensa gruta iluminada por un extraño resplandor color verde esmeralda. Esta iluminación emanaba desde la roca misma, era suave y acogedora.

 

-¿Cómo se produce esta iluminación?- Pregunte mentalmente esperando que el Padre Juan me contestase.

 

-Es un tipo de roca natural fosforescente que abunda en el interior del planeta. Esta luz permite a esta profundidad y mucho más aún, la existencia de una variada flora que se ha desarrollado en ausencia de luz solar, sin embargo produce un derivado de la clorofila clásica que permite su desarrollo. Este fenómeno nos ha permitido producir nuestro alimento. También tiene propiedades secundarias muy beneficiosas a nuestra existencia, ya lo comprenderás en su momento.

 

Juan señalaba una construcción a la derecha de nuestro camino descendente, tenía reminiscencia de una construcción estilo griego con columnas dóricas y una leyenda sobre el capitel superior.

        

-¿Una biblioteca?- Pregunte extrañado.

        

-Una de las tantas en que están contenidos nuestros conocimientos. De hecho soy el encargado de esta biblioteca. Los primeros ejemplares, hace miles de años, se preservaban en libros de hojas de palma tratadas con un material que los hacía impermeables y resistentes a la acción del fuego. Hoy en día hemos aprendido a impregnar con nuestros pensamientos distintos cristales naturales en sistemas que podríamos denominar “holográficos”, la adquisición del contenido es casi inmediato ya que somos capaces de realizar transferencias mentales, es un método interactivo de conocimiento integral.

 

-Tecnología mental – acoté recordando las palabras de Itzal.

 

Seguimos bajando ahora por una pendiente pronunciada que bordeaba un pequeño precipicio de aproximadamente cincuenta metros de profundidad.

Media hora después arribamos a lo que Juan denominó “el ferrocarril subterráneo”.

 

Un extraño aparato con forma de huevo, brillante como si estuviera construido de oro puro, de seis o siete metros de largo y tres de altura, descansaba sobre una plataforma ubicada a la salida de un oscuro túnel que se internaba mas allá de lo que podía observar.

 

-Este es nuestro medio de transporte para los reinos interiores. Llegarás en aproximadamente 30 minutos terrestres. No tienes por qué preocuparte, esta vez no tendrás que caminar, ni trepar ni descolgarte por una soga. De hecho tu viaje parecerá sin movimiento y en absoluto silencio.

 

-¿Cómo le llaman a este transporte?

 

-Vimana. También pueden volar y sumergirse en el océano pero preferimos su utilización en la red de cavernas que comunican nuestras ciudades debajo de todos los continentes.

 

-¿Adónde voy?

 

-Erks, la mítica “Ciudad de los Dioses Barbados”, también conocida como Agharti del Sur. Está bajo el Cerro Las Gemelas, en Capilla del Monte, uno de los siete Chakras Planetarios, a 800 metros de profundidad. Nuestra hermana Ashra guiará la vimana hacia el destino. ¡Ve con ella!

 

Me di cuenta que Ashra era la primer mujer hiperbórea contemporánea que contemplaba. Era espectacular; rubia, ojos de un azul profundo, piernas larguísimas, perfectamente contorneadas, parecía una diosa nórdica bajando de la ciudad de Asghard a través del arco iris.

 

Ingresé en la vimana a través de una puerta perfectamente camuflada, tanto es así que desde el interior no podía ver las juntas.

 

Había varios asientos tipo butacas o sillones de oficina, nada de cinturones de seguridad y ni asomo de motores, un pequeño parabrisas delantero nos permitía ver la boca del túnel.

 

Ashra tomó una pequeña vara y golpeo un recipiente (que según me explico contenía mercurio) en la parte delantera de la nave, ésta después de una pequeña vibración comenzó a flotar y con un pequeño zumbido se sumergió en el interior del túnel.

 

La oscuridad nos cubrió, no tenía sensación de movimiento, el silencio era total. Ashra me miro sonriendo. -Insisto: ¡Era realmente espectacular!  Mirada de ángel, cuerpo perfecto, fragancia sensual y además silenciosa... ¡la mujer perfecta!

 

El viaje pasó como un relámpago. O soñé despierto o el viaje fue mas corto de lo que el Padre Juan me había dicho.

Cuando quise acordarme había ingresado en otra gruta inmensa, iluminada con ese fulgor verde esmeralda.

 

Ashra posicionó la vimana, con pequeños golpes sobre el recipiente de mercurio, sobre una plataforma circular. La nave dorada, en realidad de oro puro, abrió su puerta mágica (no tengo otro término) y salimos al exterior.

 

¿Cómo describir algo indescriptible?

 

Erks o Agharti del Sur existía y estaba allí, una flor de cristal naciendo de las entrañas del planeta.

 

 

 

CAPITULO 10:

PROFECÍAS

 

         La cueva era inmensa, sin duda de miles de hectáreas, y no menos de 400 metros de altura, todo bañado de ese extraño fulgor verde esmeralda.

 

Por allí y por allá algunos geiser (eso parecían al menos) exhalaban su carga de vapores, varios cursos de agua atravesaban esta tierra ignota, brindando seguramente, la capacidad para el riego tan necesaria para cualquier asentamiento humano.

 

La ciudad estaba en el centro de la gruta, eran decenas de edificios que parecían estar hechos de cristal, luminosos, rematados por cúpulas doradas que brillaban intensamente bajo la luz verde natural.

 

Alrededor de la ciudad había campos sembrados con notables plantaciones fosforescentes, era una imagen digna de una pintura sobre el Paraíso Terrenal.

 

Una suave brisa tibia acariciaba nuestra piel. ¿De dónde venía? ¿Qué vegetales eran éstos que brillaban en esta profundidad?

No tenía las respuestas, no eran fenómenos naturales de la antigua Hiperbórea.

 

Ashra me acompañó hasta una especie de plataforma circular con un pasamano.

 

Apenas subí en ella, ésta comenzó a levitar y sin sonido ni vibración alguna se dirigió velozmente hacia la ciudad.

 

¡Era fantástico! ¿Qué maravillas me tocaría ver?

 

En los campos había personas trabajando con herramientas que no conocía, parecían varillas de zahorí.

 

No todos eran rubios, en realidad (a pesar de la distancia) parecían pertenecer a varias etnias diferentes.

 

Decenas de plataformas como la mía viajaban en todas direcciones.

Pude discernir a lo lejos varias galerías, algunas más grandes de la cual nosotros habíamos emergido, en distintos puntos de la gran gruta.

Había decenas de  vimanas de todos tamaños y variadas formas, incluso algunas eran, ni más ni menos, lo que llamamos habitualmente “platos voladores”.

 

Al fin y al cabo éstos no eran extraterrestres. ¡Cuanta tinta gastada inútilmente  todos estos años!

Desde esta posición podía ver en el centro de la ciudad una enorme columna rematada con una piedra luminosa, sin duda la “hermana mayor” de la pequeña Chintamani.

 

Miles de personas debían vivir aquí. ¿Qué conocimientos  habrían elaborado a lo largo de milenios? Era una ciudad sin smog, con atmósfera  cristalina, no se percibían chimeneas de fábricas u otras productoras de humo, salvo los pequeños geiser en el exterior.

Mi pequeña plataforma viró automáticamente  unos cuatrocientos metros antes de llegar a las primeras construcciones refulgentes.

 

Pude ver ahora su destino: ¡Una pirámide de siete lados con reflejos dorados!

 

Era la única construcción de ese sector, rodeada de un parque con flores naranjas y estanques con agua cristalina.

 

Un camino con estatuas a los costados llevaba a la entrada del templo.

 

Eran de un tamaño ciclópeo, representaban a los héroes de la raza hiperbórea, una pléyade de luchadores mitológicos que habían ganado su inmortalidad a través del renunciamiento y el valor.

 

Balder, Thor, Wotan...Osiris, Sethi, Horus... ahora podía discernir la similitud entre dioses nórdicos y egipcios, ambos representaban los mismos personajes sagrados, los mismos hechos provenientes de una mitología común a ambas culturas, pueblos que para la ciencia oficial estaban disociados.

 

Mi plataforma circular me llevaba a través de este panteón hacia la majestuosa entrada de la pirámide.

 

Estaba a las puertas del Templo de Kuam-Shu, mi destino y objetivo, el origen de los Misterios trascendentes; el punto de unión entre la nada y la eternidad...

 

Una pareja me esperaba debajo del arco de entrada de la construcción, un hombre y una mujer perfectos, que sólo la profundidad de sus miradas revelaba su verdadera edad.

 

El hombre se identificó como el hermano Longher y usando un poderoso poder mental me dijo telepáticamente:

 

-Bienvenido a nuestro Templo, sólo los nacidos dos veces como tú, pueden traspasar estos límites sagrados. Ven, sin pausa debemos realizar la ceremonia. Ha llegado el tiempo de Agharti y sus ciudades subterráneas. Los otros integrantes están en el interior, en “el salón de los siete” aguardándote.

 

Caminamos a través de un sinfín de pasadizos en el interior de la pirámide.

 Era un laberinto de paredes de cristal con diferentes salas de forma heptagonal.

 

Se escuchaban voces entonando mantrams, producía un efecto de vibración profunda y un sentimiento de reverencia hacia lo infinito; un sonido para representar lo incognoscible.

 

Varios grupos de personas danzaban en estas diferentes salas, eran los bailes que representaban los siete principios universales, aquellas mismas danzas que rememoré en el hielo en las afueras de El Calafate.

 

Otros grupos practicaban el logrado arte de la meditación, algunos de sus integrantes levitaban ajenos al medio que los rodeaba.

 

Caminábamos siempre en sentido ascendente, en una suave pero persistente pendiente, mi instinto me dictaba que estos pasajes formaban una especie de espiral tridimensional, sin duda me dirigía hacia la parte superior de la construcción.

 

A cada paso me maravillaba el sentido estético y artístico de lo que veía.

Todo estaba bañado en esa luz con tonalidades doradas que parecía salir de todos lados. ¿Qué energía utilizarían?

 

-Si lo que te preguntas es cómo producimos la energía que consumimos, te diré (dijo el Hermano Longher), que es originada a través de geotermia, utilizamos la enorme energía almacenada en las profundidades, remanente de antiguos volcanes; por medio de nuestra ingeniería somos capaces de dirigirla y modularla a nuestra necesidad. En Erks no existe la polución, sería catastrófico para nosotros, en este ambiente subterráneo, utilizar técnicas industriales similares a las del mundo exterior. Nuestra tecnología se basa en otros principios, nuestra mente juega un papel preponderante. Tú has experimentado  lo elemental de las grandes capacidades paranormales que posees.  Nosotros somos capaces de encausar la potencialidad mental de todos los integrantes de la comunidad en un momento dado, así tenemos la posibilidad de mover grandes bloques de material sin utilizar grúas o “materializar” componentes o productos, todo lo que necesitamos, las materias primas, las obtenemos de estas profundidades insondables. Incluso nuestra comida, como habrás visto al llegar. Nuestros campos rebosan de alimento listo para cosecharse, incluso dos veces al año. No vulneramos el delicado equilibrio de la naturaleza, nuestro secreto consiste en reforzar ese equilibrio. La energía mental es la fuerza más poderosa en el Universo y está a nuestro servicio a toda hora y en todo momento deseado. La complementamos con productos de nuestra ciencia; la psiónica es un ejemplo, consiste en circuitos electro-biológicos compuestos de proteínas capaces de amplificar las ondas cerebrales; la utilizamos para comunicarnos, para construir, recolectar minerales y como parte del “motor” de nuestras vimanas.

 

-Todo es increíble, es un sueño hecho realidad. Todavía tengo tantas preguntas... ¿Porqué viven tanto? ¿Cómo lo han logrado?

 

-Es algo natural a estas profundidades. Tiene que ver con la exposición al “rayo verde”, esa emanación natural de las rocas subterráneas. Hemos descubierto que una exposición de cinco años terrestres a ella, es capaz de prolongar la vida hasta los trescientos años. Igual efecto hace con los vegetales y con toda la vida animal. Es parte de la bendición de este paraíso subterráneo. El efecto, una vez adquirido perdura por siempre, incluso viviendo sobre la superficie.-

 

Seguimos subiendo en una espiral levógira hacia la cúspide de la pirámide de siete lados.

 

Llegamos a un portal con columnas de estilo dórico, flanqueados por  inmensas  estatuas de Kuam-Shu  y  de Wotan  y  por dos grupos mixtos, de hombres y mujeres, vestidos con túnicas similares a la de mi experiencia con la piedra mágica Chintamani, los símbolos brillaban sobre la aterciopelada  tela de color rojo en los hombres y dorado en las mujeres.

 

El hermano Longher se despidió realizando una reverencia.

 

Una mujer de piel cobriza, con evidentes ascendentes peruanos o incas, se identificó como la Hermana Niami y me indicó que penetrara en la sala.

 

Ésta era un salón de diez metros por doce aproximadamente y terminaba con un techo en punta, sin duda era el ápice de la pirámide.

 

Una mesa heptagonal estaba en el centro de la habitación y servía de base a un mandala multicolor,  siete sillas de cristal la rodeaban, cinco de ellas ya estaban ocupadas.

 

Siete espejos bordeaban el perímetro del salón, cada uno enfrentando a una de las sillas.

 

Tres enormes estandartes rectangulares con imágenes tibetanas y signos mágicos completaban la decoración.

 

Penetré en la sala como si se tratase de mi conocida clase de la facultad y mis alumnos estuvieran esperándome... y otra vez un “zapallazo” de Tyson me dejó Knoc-out tirado sobre el ring esperando la cuenta de diez....reconocí inmediatamente a una de las personas sentadas, no tuve la menor duda y creo que ella tampoco.

 

-¡Freya! – Mi voz emergió de mi garganta imitando sin querer el cacareo de una gallina. Sin duda fue gracioso porque todos rieron a carcajadas y se levantaron para recibirme.

 

-¡Lorhemheim,  después de una eternidad, al fin del Kali Yuga, el ciclo eterno de nacimientos y reencarnaciones nos reúne nuevamente!

Su voz (no me habló me manera mental) sonaba con un marcado acento portugués.

 

Su cabello estaba diferente, oscuro y ensortijado, pero sus ojos azul-verdosos, su boca y el resto de su figura eran inconfundibles, aunque no respetaran la misma fisonomía.

 

¿Qué hacer? Quisiera ver a otro en esta situación....

 

De pronto me abrazó y besó... ¡impacto fulminante! A pesar de que nuestra apariencia había cambiado, todavía éramos capaces de reconocernos por nuestra condición de almas gemelas.

 

-Freya, no lo puedo creer, he estado percibiéndote todo este tiempo.

 

Tenía esperanzas de que te encontraría aquí... Pero ¡No sé que decir!

 

Tenemos tanto   que contarnos....

 

-Ahora no es el momento. Ya hablaremos al respecto, tenemos el resto de nuestra vida actual y las futuras (se sonrió pícaramente)...Ven, quiero presentarte al resto de nosotros. Ellos son Jorge y Marcela, y Joao y Michelle. Al igual que nosotros ellos también se conocían de los tiempos primigenios. Nos han explicado que nuestra evolución se da en conjunto, por parejas. Ellos son “almas gemelas”, encarnados juntos, con misiones en común y  destino de Kalfa. Es cada uno un componente indivisible de la conjunción, no podemos avanzar en el plano evolutivo en soledad. ¿Porqué nos han reunido aquí? Todavía no lo sabemos, nuestros instructores no nos lo adelantaron,  pero aparentemente tiene que ver con algún designio astrológico. Estamos en un punto de inflexión, en el inicio de algo nuevo y trascendente.

 

Una figura imponente se hizo presente.

Era el símbolo de la grandeza, el poder, el dominio de la situación y los elementos. 

 

Ninguno de nosotros necesito que nos presentaran a ese ser grandioso; estábamos en presencia de Itzal, el Custodio de la Tradición Primordial.

 

-¡Bienvenidos, hijos de Hiperbórea! –

 

La mente de Itzal emitió una voz con potencia sobrehumana.

 

Utilizaba el senzar, antigua lengua de los seres llegados al principio de los tiempos,  que a la vista de los hombres parecían dioses.

 

Podíamos entenderlo perfectamente, ese idioma sagrado estaba grabado a fuego en nuestra memoria extra-cerebral; nuestra herencia de raza así lo establecía.

 

Itzal nos recibió como un padre que recibe a su hijo dilecto. A pesar de su imponencia, Itzal dejaba traslucir un amor incondicional hacia sus semejantes.

 

Su larga barba y mirada profunda y reverente, lo hacían parecerse a la imagen arquetípica del maestro, el sabio que posee el conocimiento de la vida y la muerte, aquel que es capaz de dotarnos con los preceptos morales inmortales que hacen de todos nosotros, hombres y mujeres comunes, seres bendecidos con la chispa divina.

 

Llevaba en su mano un dorje, un cetro mágico de poder, rematado en sus dos extremos de cristales de cuarzo engarzados en una base de oro y plata.

 

-¡El tiempo de Agharti ha arribado!  La Edad Oscura, el Kali-Yuga, la era de Piscis,  está llegando a su fin. Hace milenios nuestros ancestros escribieron en los libros sagrados acerca del fin de esta era nefasta: “Habrá monarcas temporales, que reinarán sobre la tierra, reyes de espíritu vulgar, de carácter violento y adictos constantemente a la falsedad y a la crueldad, que harán morir mujeres y niños y que se apoderarán de los bienes de sus súbditos... sus vidas serán cortas y sus deseos, insaciables. Gentes de varios países se mezclarán con ellos. La riqueza disminuirá, hasta que el mundo se desmoralice por completo. Solamente los bienes darán rango: la riqueza será la única fuente de devoción. La pasión será el único lazo entre los sexos. El perjurio, el único modo de ganar los litigios. Las mujeres serán solamente objeto de fruición sensual. Al rico se le reputará puro. Los hermosos atavíos serán señal de dignidad...Los tipos externos serán la única distinción de los varios órdenes de la vida; la falta de honradez, los medios de subsistencia; la debilidad, causa de dependencia; la amenaza y la presunción substituirán a la sabiduría; la liberalidad será devoción; el asentimiento mutuo será el matrimonio. Aquel que sea más fuerte reinará...el pueblo no pudiendo soportar las pesadas cargas (impuestos) se refugiará en los valles...De este modo la decadencia de la Edad de Kali continuará constantemente, hasta que la raza se aproxime a su extinción... Cuando el fin de la Edad de Kali esté próximo, ascenderán a la superficie de la Tierra,  rememorando a la raza primigenia..Seres dotados con las siete facultades  supremas ... Los hombres serán transformados produciendo una nueva raza que seguirá las leyes de la Pureza. Como se ha dicho: Cuando el Sol y la Luna y la Constelación Lunar y el Planeta Júpiter estén en una sola mansión, los siete Custodios de la Tradición reunirán a los tres veces siete, que siendo dos, son sin embargo uno,  dotados de las dos fuerzas contrapuestas, en la medianoche del solsticio de invierno. En ese momento la Edad Kritia, la Edad Dorada comenzará restaurando la Dinastía Solar.”

 

La profecía se ha cumplido. El designio astrológico se ha manifestado... El 5 de Mayo de 2000, según el calendario exterior, ha ocurrido la alineación planetaria a la que se refieren los antiguos escritos. Nosotros, los siete Custodios de la Tradición de los Templos de los Misterios, los hemos convocado a Ustedes, 21 parejas de almas gemelas para que cumplan el destino de la Humanidad. Ustedes representan, junto a los otros grupos reunidos en las otras ciudades subterráneas, correspondientes a los vórtices de poder o Chakras planetarios,  los tres veces siete... las 21 parejas gemelas poseedoras del conocimiento de los siete principios universales y de  las dos fuerzas contrapuestas: lo masculino y lo femenino en perfecta comunión. Son la llave de la restauración de la Dinastía Solar, los impulsores de una nueva dimensión en el Hombre y su proyección hacia el Infinito.

 

Difícil es describir los pensamientos y sentimientos contrapuestos ante las palabras de Itzal.

 

¿Comenzar la Dinastía Solar? ¿Terminar la Era Oscura? ¿Sería capaz?

Había encontrado a Freya y el hecho de pasar nuevamente una vida larga junto a ella como hacía eones,  me llenaba de alegría.

 

Entonces....nuestros hijos serían portadores de esperanza, el instrumento mediante el cual la Raíz Divina se haría presente en el pensamiento humano.

 

La raza Hiperbórea se alzaría sobre la faz de la Tierra, no como conquistadora, sino como nexo hacia una conciencia superior, hacia lo inmaterial, hacia Dios.

 

-Tomen lugar en sus sitios, ante la mesa ceremonial, que representa al más sagrado de los números de la creación.  Ustedes han superado los escollos elementales que nublan la mente humana; han experimentado el ayuno, visto la inconsistencia de la realidad subjetiva y la elevación a estados de supra-conciencia vedados al hombre-autómata. Estos siete asientos simbolizan al templo de las siete puertas. Representan la suma del conocimiento filosófico y científico. Conforman  las formas trascendentes del conocimiento y  las energías que preceden al Universo creado. Siete son los cielos que componen nuestro Cosmos, más allá de las constelaciones zodiacales;  es el espejo con nuestra constitución septenaria de centros de energías. Sobre estos cielos está el Ojo Supremo, mas allá de los sentidos, el “Ojo del Espíritu” que a pesar de estar siempre presente, se revela únicamente a un alma pura y esforzada que ha sabido transitar la senda benevolente. -

 

 

Continua...

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