"LAS ALMAS GLORIFICADAS"

 

por el Maestro Omraam Mikhaël Aïvanhov 

 

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Las Almas glorificadas son los seres más evolucionados de la séfira Malkut. En hebreo se les llama los Ischim, es decir los Hombres. Son los santos, los patriarcas, los profetas, los Grandes Maestros de la humanidad, los fundadores de religiones como Hermes Trismegisto, Buda, Zoroastro, Moisés o Jesús...Ellos son los elegidos, y constituyen como un nexo de unión entre la humanidad ordinaria y las Jerarquías angélicas, desde los Ángeles hasta los Serafines.

 

 

¿Qué ha sido de estos seres, dónde se encuentran?

 

Están siempre ahí, existen en el invisible, forman una fraternidad de seres luminosos y no han abandonado a la humanidad. Por encima de ellos, en los demás sefirots, existen otras entidades que los superan: llevan otros nombres y forman una fraternidad aun más vasta. Pero aquí, en Malkut, los Ischim constituyen una fraternidad que guía a la humanidad, que vela por ella y orienta a las fuerzas cósmicas con vistas a su desarrollo espiritual.

 

Existen y siempre han existido.

 

Tal vez habéis oído hablar en la religión católica de la “Comunión de los Santos”, o en la religión judía de la “Comunidad de Israel”. Se trata siempre de esta Fraternidad de los Ischim. Cada corriente mística le da un nombre diferente, pero es siempre la misma asamblea de las Almas Glorificadas. Existe en el invisible, en las capas Etéricas de la tierra.

 

Es la que envía sus mensajeros al mundo entero, sus hijos, a fin de realizar el programa establecido por el Creador para el porvenir de la humanidad. Sí, ella es la que ha aportado a la tierra todos los conocimientos que se encuentran ahora diseminados a través de los símbolos y de los rituales de todas las religiones.

 

Ella es la verdadera Fraternidad Blanca Universal.

 

Nosotros aquí, en nuestra Fraternidad, no hacemos más que prepararnos para ser juzgados dignos de participar un día en el trabajo de esas criaturas, de vivir y de comulgar con ellas.

 

Los Ischim han terminado su evolución, ya no están sometidos al destino, son invulnerables, inmortales, poseen todos los conocimientos y disponen de todos los poderes.

 

La cuestión para nosotros es cómo entrar en relación con Ellos.

 Hay que prepararse: nadie puede ser admitido en su Comunidad sin haber estado previamente sometido a ciertas reglas, haber desarrollado ciertas cualidades y virtudes. Nadie puede forzar su puerta y penetrar en su Santa Asamblea.

 

Sólo es aceptado aquél que ha comprendido cual es la verdadera vía, quien lleva una vida pura y quiere servir un alto ideal. Los Ischim se reúnen, toman una decisión al respecto y una vez que aceptan a alguien se ocupan de él, le envían todo lo que necesita: la luz, la protección, para que cada vez más llegue a ser un reflejo de la Divinidad.

 

De los Ischim precisamente es de donde nos llegan todas las ayudas invisibles. Sin embargo, no representan la suprema autoridad: reciben de mucho más arriba, órdenes que trasmiten aquí a la tierra. Por eso no todo depende de ellos. Conocen las leyes, entran en comunicación con los Ángeles, los Arcángeles, las Dominaciones y todas las demás Jerarquías sublimes.

 

Contemplan los planes y los proyectos de Dios y, cuando se han impregnado de ellos, buscan en la tierra seres que se hayan preparado para convertirse en conductores para la realización de ese plan inconmensurable de la voluntad de Dios. 

 

Pero los Ischim no son, evidentemente, la instancia suprema, son el lazo, la cadena que vincula a la humanidad con las Jerarquías celestes: necesariamente debemos pasar por ellos. En este sentido son divinidades en el plano físico: pueden provocar o impedir ciertos acontecimientos, o incluso desencadenar las fuerzas de la naturaleza para dar terribles lecciones a la humanidad.

 

Pero no lo hacen porque son Servidores del Amor, de la sabiduría, de la verdad; así pues, velan por nosotros con casi tanta paciencia y misericordia como Dios mismo.

 

Pero si quisieran ,desde hace ya mucho tiempo habrían dado rienda suelta a su cólera, a su indignación ante la actitud deplorable de los humanos, acabando así con la tierra.

 

No tenéis la menor idea de la amplitud de sus poderes.

 

 

 

Ahora bien, ya os lo he dicho, la Fraternidad Blanca Universal aquí en la tierra, no es otra cosa que un “alojamiento” que ofrecemos a esos seres luminosos y gloriosos para que tengan las posibilidades de trabajar entre los humanos. Por nuestros pensamientos, sentimientos, nuestra buena voluntad, les proporcionamos condiciones favorables a fin de que puedan actuar sobre todas las criaturas que aún están cerradas a las corrientes divinas.

 

 

Entonces, cuando el discípulo sabe que la Fraternidad Blanca Universal aquí en la tierra sirve de enlace, de refugio para los espíritus luminosos, se enmienda, se crece: ve la importancia de su vida, esa vida que hasta ahí era insignificante, opaca, mediocre ¡y que se vuelve ahora tan útil!

 

Entra en esa inmensa unidad de la Comunión de los Santos, y por un trabajo consciente, se esfuerza en lo posible sin escatimar pena alguna, para llegar a vibrar al unísono con esa Fraternidad Gloriosa. Más tarde, llegará incluso el momento en el que podrá realmente entrar en contacto con Ellos, reencontrarlos, verlos, e incluso recibir de Ellos facultades, dones, poderes.

 

Para mí, no hay nada más importante en la vida que ese conocimiento de la existencia de criaturas que han llegado a la cima de la evolución humana, y que pueden ayudarnos a recorrer el mismo camino que ellas.

 

¿Por qué perder el tiempo llenándose la cabeza con cosas inútiles, insignificantes, cuando se puede pensar en ellas cada día a fin de tener una actitud útil y fructífera?

 

Jamás nos arrepentiremos de haber pensado en esta Comunión de los Santos, en esta Hermandad de seres que no conocen ya ninguna de todas las debilidades de los humanos. Las conocieron un poco cuando estaban en la tierra, pero se han liberado de ellas hace ya mucho tiempo.

 

E incluso os diré ahora algo: cuando una mujer trae un niño al mundo, en medio de los dolores del parto, el mejor trabajo que puede hacer es pensar en esos seres con el fin de poner al recién nacido bajo la guarda y la protección de la criaturas más dignas, más bellas, las más poderosas, las más libres que jamás hayan vivido sobre la tierra.

 

De esta forma presenta al Cielo un servidor de Dios y, a través de las tinieblas y las pruebas de la vida, el Cielo conducirá siempre a ese hijo hacia la luz.

Sevres, 14 de Abril de 1965

 

Extracto del Libro: “Los Frutos del Árbol de la Vida”

de Omraam Mikhaël Aïvanhov, Cap. XIX