El Misterio de los Misterios
El Rey del Mundo
Por
Ferdinand Ossendowski
Capítulo
XLVI
El Reino Subterráneo
¡Deteneos! -murmuró
mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de
Tzagan Luk-. ¡Deteneos!
Y se dejó resbalar
desde lo alto de su camello, que se tumbó sin que nadie se lo
ordenase. El mongol se tapó la cara con las manos en actitud
de orar y comenzó a repetir la frase sagrada: Om mani padme
Hung.
Los otros mongoles
detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar.
-¿Qué sucede? pensé
yo, mirando en torno mío la hierba verde pálido que se
extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado
por los últimos rayos soñadores del sol poniente.
Los mongoles rezaron
durante un momento, cuchichearon entre ellos y después de
apretar lar cinchas de los camellos reanudaron la marcha.
-¿No habéis visto -me
preguntó el mongol -cómo nuestros camellos movían las orejas
espantados, cómo los caballos en la llanura quedaban inmóviles
y atentos y cómo los carneros y el ganado se echaban en el
suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las
marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba
dulcemente y traía de lejos la música de una canción que
penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de
las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento
cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento
como aquél, el lobo que se aproximaba a hurtadillas a los
carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de
antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el
cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le
cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás
de la confiada perdiz salga. Todos los seres vivos,
transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de
orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría,
lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su palacio
subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la
tierra.
Así habló el mongol,
pastor simple e inculto.
Mongolia, con sus
montañas peladas y terribles, sus llanuras limitadas cubiertas
de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al
misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones
tormentosas de la naturaleza o adormecido por la paz de la
muerte, lo siente en su plena magnitud y los lamas, rojos y
amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y
Lhassa guardan su ciencia y su posesión.
Ha sido durante mi
viaje a Asia central cuando he conocido por primera vez el
misterio de los misterios, pues no puedo llamarlo de
otra manera. Al principio no le concedí mucha atención, pero
comprendí después su importancia al analizar y comparar
ciertos testimonios esporádicos y frecuentemente sujetos a
controversias.
Los ancianos de las
riberas del Amyl me refirieron una antigua leyenda, según la
cual una tribu mongola, intentando huir de las exigencias de
Gengis Jan, se ocultó en una comarca subterránea. Más tarde un
soyoto de los alrededores del Nogan Kul me mostró, así
que se disipó una nube de humo, la puerta que sirve de entrada
al reino de Agharti. Antaño penetró por esa puerta en el reino
un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había visto.
Los lamas le cortaron la lengua para Impedirle hablar del
misterio de los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la
caverna y desapareció en el reino subterráneo cuyo recuerdo
tanto encantó y regocijó su corazón de nómada.
Obtuve informes más
detallados de labios del hutuktu Jelyl Dyamsrap de Narabanchi
Kure. Este me narró la historia de la llegada del poderoso Rey
del Mundo a su salida del reino subterráneo, su aparición, sus
milagros y profecías, y entonces solamente empecé a comprender
que en esta leyenda, esta hipnosis, esta visión colectiva,
de cualquier modo como se la interprete, se encierra, a m
s de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir
en el curso de la vida política de Asia. A partir de ese
momento, comencé mis investigaciones.
El lama Gelong,
favorito del príncipe Chultun Beyli, y el príncipe mismo, me
hicieron la descripción del reino subterráneo.
-En el mundo -dijo el
Cielong-, todo se halla constantemente en estado de transición
y de cambio: los pueblos, las religiones, las leyes y las
costumbres. ¡Cuántos grandes imperios y brillantes
constituciones han perecido. Lo único que no cambia nunca es
el mal, el instrumento de los espíritus perversos. Hace más de
seis mil años, un hombre santo desapareció con toda una tribu
en el interior de la tierra y nunca ha reaparecido en la
superficie de ella. Muchos hombres, sin embargo, han visitado
después ese reino misterioso: Sakya Muni, Nadur Gheghen,
Paspa, Baber y otros. Nadie sabe dónde se encuentra situado.
Dicen unos que en el Afganistán, otros que en la India. Todos
los miembros de esta religión están protegidos contra el mal,
y el crimen no existe en el interior de sus fronteras. La
ciencia se ha desarrollado en la tranquilidad y nadie vive
amenazado de destrucción. El pueblo subterráneo ha llegado al
colmo de la sabiduría. Ahora es, un gran reino que cuenta con
millones de súbditos regidos por el Rey del Mundo. Éste conoce
todas las fuerzas de la naturaleza, lee en todas las almas
humanas y en el gran libro del destino. Invisible, reina sobre
ochocientos millones de hombres, que están dispuestos a
ejecutar sus órdenes.
El príncipe Chultun
Beyli agregó: -Este reino es se extiende a través de todos los
accesos subterráneos del mundo entero. He oído a un sabio lama
decir al Bogdo Jan que todas las cavernas subterráneas de
América están habitadas por el pueblo antiguo que desapareció
de la tierra. Aún se encuentran huellas suyas en la -superfice
del país. Estos pueblos y estos espacios subterráneos,
dependen de jefes que reconocen la soberanía del Rey del
Mundo. En ello no hay gran cosa sorprendente. Sabéis que en
los dos Océanos mayores del Este y el Oeste habla remotamente
dos continentes. Las aguas se los tragaron y sus habitantes
pasaron al reino subterráneo. Las cavernas profundas están
iluminadas con un resplandor particular que permite el
crecimiento de cereales y otros vegetales y da a las gentes
una larga vida sin enfermedades. Allí existen numerosos
pueblos e incontables tribus. Un viejo brahmán budista de
Nepal, obedeciendo la voluntad de los dioses, hizo una visita
al antiguo reino de Gengis, Siam, y en ella encontró un
pescador, quien le ordenó que ocupase su barca y bogase con él
hacia el mar. Al tercer día arribaron a una isla donde vivía
una raza de hombres con dos lenguas, que podían hablar
separadamente idiomas distintos. Les enseñaron animales
curiosos, tortugas de dieciseis patas y un solo ojo, enormes
serpientes de sabrosa carne y pájaros con dientes que cogían
los, peces del mar para sus amos desconocidos.
Esos isleños les
dijeron que habían venido del reino subterráneo y les
describieron ciertas regiones.
El lama Turgut, que
me acompañó en mi viaje de Urga a Pekín, me proporcionó otros
informes.
La caipital de
Agharti está rodeada de villas en las que habitan los grandes
sacerdotess sacerdotes y los sabios. Recuerda a Lhassa, donde
el palacio del Dali Lama, el Potala, se halla en la cima de un
monte cubierto de templos y monasterios. El trono del Rey del
Mundo se alza entre dos millones de dioses encarnados. Estos
son los santos panditas. El palacio mismo se halla circundado
por la residencia de los Goros, quienes Poseen todas las
fuerzas visibles e invisibles de la tierra, del infierno y del
cielo, y pueden disponer a su antojo de la vida y la muerte de
los hombres. Si nuestra loca humanidad emprendiese la guerra
contra ellos, serían capaces de hacer saltar la corteza de
nuestro planeta, transformando la superficie de éste en
desiertos. Pueden secar los mares, cambiar los continentes en
oceanos y convertir las montañas en arenales. A su mando, los
árboles, las hierbas y las zarzas empiezan a retoñar; los
hombres viejos y débiles se rejuvenecen y vigorizan y los
muertos resucitan. En extraños carros, que nosotros no
conocemos, recorren a toda velocidad los estrechos pasillos
del interior de nuestro planeta. Algunos brahmanes de la India
y ciertos Dala¡ Lamas del Tibet, han conseguido escalar los
picos de las cordilleras, nunca hollados hasta entonces por el
pie humano, y vieron inscripciones grabadas en las rocas,
pisadas en la nieve y señales de ruedas de carruajes. El
bienaventurado Sakya Muni encontró en la cima de un monte unas
tablas de piedra con letreros que sólo logró descifrar a edad
muy avanzada, y penetró luego en el reino de Agharti, del que
trajo las migajas del saber sagrado que pudo retener en la
memoria. Allí, en palacios maravillosos de cristal, moran los
jefes invisibles de los fieles: el Rey del Mundo, Brahytma,
que puede hablar a Dios como yo os hablo, y sus dos
auxiliares: mahytma, que conoce los acontecimientos futuros, y
Mahynga, que dirige las causas de acontecimientos.
Los santos panditas
estudian el mundo y sus fuerzas. A veces, los más sabios de
ellos se reúnen y envían delegados a los sitios donde jamás
llegó la mirada de los hombres. Esto lo describe el Tashi
Lama, que vivió hace ochocientos cincuenta años. Los panditas
más altos, con una mano en los ojos y la otra en la base del
cráneo de los sacerdotes más jóvenes, les adormecen
profundamente, lavan sus cuerpos con infusiones de plantas,
les inmunizan contra el dolor, les hacen tan duros como la
piedra, les envuelven en bandas mágicas y se ponen a rezar al
Dios poderoso. Los jóvenes, petrificados, acostados, con los
ojos abiertos y los oídos atentos, ven, oyen y se acuerdan de
todo. Enseguida un Goro se acerca y clava en ellos una mirada
penetrante. Lentamente los cuerpos se levantan de la tierra y
desaparecen. El Goro sigue sentado, con los ojos fijos en el
sitio al que los envió. Unos hilos invisibles le sujetan a su
voluntad y algunos de ellos viajan por las estrellas, asisten
a los acontecimientos y observan los pueblos desconocidos, sus
costumbres y condiciones. Escuchan las conversaciones, leen
los libros y se percatan de las dichas y las miserias, de la
santidad y los pecados, de la piedad y del vicio... Los hay
que se mezclan a la llama, ven la criatura de fuego, ardiente
y feroz, combaten sin tregua, derriten y machacan los metales
en las entrarías de los planetas, hacen hervir el agua de los
geysers y fuentes termales, funden las rocas y derraman
sus materias en fusión sobre la superficie de la tierra y en
los orificios de las montarías. Otros se lanzan en busca de
los seres del aire, infinitamente pequeños, evanescentes y
transparentes, empapándose en sus misterios y descubriendo el
objeto de su existencia. Algunos se deslizan hasta los abismos
del mar y estudian el reino de las útiles criaturas del agua
que transportan y esparcen el calor saludable por toda la
tierra, rigiendo los vientos, las olas y las tempestades. En
el monasterio de Erdeni Dru vivió antaño Pandita Hutukta, que
estuvo en Agharti. Al morir habló del tiempo en que moró, por
voluntad del Goro, en una estrella roja del Este, y de cuando
voló sobre el Océano cubierto de hielos y vagó entre las
llamas ondulantes que arden en las profundidades de la tierra.
Estas son las
historias que oí contar en las yurtas de los príncipes
y en los monasterios lamaistas. El tono con que me las
referían me impedía formular la menor objeción.
Misterio...
CAPÍTULO
XLVII
EL REY DEL MUNDO
ENFRENTE DE DIOS
Durante mi estancia
en Urga intenté hallar una explicación a esa leyenda del Rey
del Mundo. Naturalmente, el Buda vivo era quien mejor podía
documentarme, y procuré, por tanto, hacerle hablar acerca de
ello. En una conversación con, él cité el, nombre del Rey del
Mundo. El anciano pontífice volvió bruscamente la cabeza hacia
mi lado y fijó en mí sus ojos inmóviles y sin vida. A mi
pesar, me quedé callado. El silencio. se prolongó y el
pontífice reanudó el diálogo de manera que comprendí no
deseaba abordar el tema. En las cams de las demás personas
presentes observé la expresión del asombro y espanto que mis
palabras hablan producido, especialmente en el bibliotecario
del Bogdo Jan. Se comprenderá fácilmente que todo aquello
contribuyó a aumentar mi curiosidad y mi afán de profundizar
en el asunto.
Cuando salí del
despacho del Bogdo Hutuktu, encontré al bibliotecario que, se
habla ido antes que yo, y le pregunté si consentiría en que
visitase la biblioteca del Buda vivo. Empleé con él una treta
inocente.
-Sabed, mi querido
lama-le dije, que yo estuve un día en medio del campo, a la
hora en que el Rey del Mundo conversaba con Dios, y
experimenté la conmovedora impresión del momento.
Sorprendiéndome
mucho, el viejo lama me repuso con tono sereno.
-No es justo que el
budismo y nuestra religión amarilla lo oculten. El
reconocimiento de la existencia del más santo y poderoso de
los hombres, del reino bendito, del gran tan templo de la
ciencia sagrada, es tan consolador para nuestros corazones de
pecadores y nuestras vidas corrompidas, que ocultarlo a la
humanidad sería un pecado. Pues bien, oíd -añadió el letrado-:
el año entero el Rey del Mundo dirige los trabajos de los
panditas y goros de Agharti. A veces, acude a la caverna de¡
templo, donde reposa el cuerpo embalsamado de su antecesor, en
un féretro de piedra negra. Esta caverna está siempre obscura,
pero cuando el Rey del Mundo entra en ella, en los muros
surgen rayas de fuego, y de la cubierta de¡ féretro suben
lenguas de llamas. El goro mayor se mantiene junto a él,
tapadas la cabeza y la cara, con las manos cruzadas sobre el
pecho. El goro no se quita nunca el velo del rostro, porque su
cabeza es una calavera de ojos chispeantes y lengua
expeditiva. Comulga con las almas de los difuntos.
El Rey del Mundo
habla largo rato, luego se aproxima al féretro, extendiendo la
mano. Las llamas brillan más intensamente; las rayas de fuego
de las paredes se extinguen y reaparecen entrelazándose,
formando signos misteriosos del alfabeto vatannan. Del
sarcófago empiezan a salir banderolas transparentes de luz
apenas visible. Son los pensamientos de su antecesor. Pronto
el Rey del Mundo se ve rodeado de una aureola de aquella luz,
y las letras de fuego escriben, escriben sin cesar en las
paredes los deseos y las órdenes de Dios. En aquel instante,
el Rey del Mundo está en relación con las ideas de todos los
que dirigen los destinos de la humanidad: reyes, zares, kanes,
jefes guerreros, grandes sacerdotes, sabios, hombres
poderosos. Conoce sus interiores y sus planes. SI agradan a
Dios, el Rey del Mundo los favorecerá con su ayuda
sobrenatural; si desagradan a Dios, el Rey provocará su
fracaso. Esta facultad la posee Agharti por la creencia
misteriosa de OM, vocablo con el que principian todas nuestras
plegarias. Om es el nombre de un antiguo santo, el primero de
los Goros, que vivió hace trescientos mil años. Fue el primer
hombre que conoció a Dios, el primero que enseñó a la
humanidad a creer, esperar y a luchar con el mal. Entonces
Dios le otorgó poder absoluto sobre las fuerzas que gobiernan
el mundo visible.
Después de su
coloquio con su antecesor, el Rey del Mundo reúne el Supremo
Consejo de Dios, juzga las acciones y los pensamientos de los
grandes hombres y les ayuda o les anonada. Mahytma y Mahynga
hallan el puesto de esas acciones e intenciones entre las
causas que manejan el mundo. Enseguida, el Rey del Mundo entra
en el templo, y a solas reza y medita. El fuego brota del
altar, y poco a poco se propaga a todos los altares próximos,
y a través de la llama ardiente se vislumbra cada vez más
claro el rostro de Dios. El Rey del Mundo participa
respuestuosamente a Dios las decisiones del Consejo, y recibe
a cambio las instrucciones inescrutables del Omnipotente.
Cuando abandona el templo, el Rey del Mundo exhala un
resplandor divino.
CAPÍTULO
XLVIII
¡REALIDAD O FICCIÓN
MÍSTICA?
¿Ha visto alguién al
Rey del Mundo? -pregunté-
-Sí -contestó el
lama-. Durante las fiestas solemnes del primitivo budismo, en
Siam y las Indias, el Rey del Mundo se apareció cinco veces.
Ocupaba una carroza magnífica tirada por elefantes blancos,
engalanados con finísimas telas cuajadas dé oro y pedrería. El
Rey vestía un manto blanco y llevaba en la cabeza la tiara
roja, de la que pendian hilos dé brillantes que le tapaban la
cara. Bendecía al pueblo con sordos oyeron, los impedidos
echaron a andar y los muertos se incorporaban en sus tumbas
por doquiera fijaba la mirada el Rey del Mundo. También se
apareció hace ciento cincuenta años, en Erdeni Dzu, y visitó
igualmente el antiguo monasterio de Sakkal y Narabanchi Kure.
Uno de nuestros Budas
vivos y uno de los Tashi Lamas recibieron de él un mensaje
escrito en caracteres desconocidos y en láminas de oro. Nadie
podía leer aquel documento. El Tashi Lania entró en el templo,
puso la lámina de oro sobre su cabeza y empezó a rezar.
Gracias a su plegarla los pensamientos de¡ Rey de¡ Mundo
penetraron en su cerebro, y sin haber leído los enigmáticos
signos, comprendió y cumplió la regia disposición.
-¿Cuántas personas
han ido a Agharti?- pregunté.
Muchas contestó el
lama-, pero todas guardan el secreto de lo que vieron. Cuando
los Olets destruyeron Lhassa, uno de sus destacamentos,
recorriendo las montañas del Sudoeste, llegó a los límites de
Agharti. Aprendieron algunas ciencias misteriosas y las
trajeron a la superficie de la tierra. He aquí por qué los
Olets y los Kalniucos son tan hábiles magos y adivinos.
Ciertas tribus negras del Este se internaron también en
Agharti y allí estuvieron varios siglos. Más tarde fueron
expulsados del reino y regresaron a la faz del planeta
poseedores del misterio de los augurios según los naipes, las
hierbas y las líneas de la mano. De esas tribus proceden los
gitanos. Allá, en el norte de Asia, existe una tribu en vías
de desaparecer, que residió en el maravilloso Agharti. Los
miembros de ella saben llamar a las almas de los muertos
cuando flotan en el aire.
El lama permaneció
silencioso un buen rato. Luego, como respondiendo a mis
pensamientos, continuó:
-En Agharti, los
sabios panditas escriben en tablas de piedra toda la ciencia
de nuestro planeta y de los demás mundos. Los doctos budistas
chinos no lo ignoran. Su creencia es la más alta y pura. Cada
siglo, cien sabios de China, se reúnen, en un lugar secreto, a
orillas del mar, y de las profundidades ,de éste salen cien
tortugas inmortales. En sus conchas, los chinos escriben las
conclusiones de la ciencia divina del siglo.
Esto me recuerda la
historia que me contó un viejo bonzo del templo del Cielo en
Pekín. Me dijo que las tortugas viven más de tres mil años sin
aire ni alimento y que esta es la razón por la cual todas las
columnas del templo azul del Cielo tienen por base tortugas
vivas, a fin de evitar quepudra la madera.
-Varias veces los
pontifices de Urga y Lhassa han enviado embajadas a la Corte
del Rey del Mundo-, agregó el lama bibliotecarío- Peero les
fue imposible dar con ella. Sólo un cierto caudillo tibetano,
después de una batalla con los Olets, encontró la caverna con
la célebre inscripción: "Esta puerta conduce a Agharti". De la
caverna salió un hombre de buena presencia que le mostró una
plancha de oro con letras desconocidas y le dijo:
-El Rey del Mundo
aparecerá delante de todos los hombres cuando llegue la hora
de que se ponga al frente de los buenos para luchar con los
malos; pero esa hora no ha sonado todavía. Los más malos de la
humanidad aún están por nacer.
El chiang chun, barón
Ungern, nombró embajador suyo en el reino subterráno al joven
príncipe Punzig, pero éste regresó con una carta del Dali Lama
de Lhassa. El barón le envió de nuevo y la segunda vez no
volvió.
CAPÍTULO
XLI
LA PROFECÍA DEL REY
DEL MUNDO EN 1890
El hutuktu de
Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de
visitarle en su monasterio al empezar el año 1921: -La vez que
el Rey de¡ Mundo se apareció a los lamas de nuestro
monasterio, favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una
profecía relativa a los cincuenta años inmediata y
correlativamente venideros. Hela aquí.
«Cada día más se
olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus
cuerpos. La corrupción más grande reinará en la tierra. Los
hombres se asemejarán a animales feroces, sedientos de la
sangre de sus hermanos. La Media Luna se borrará y sus adeptos
se sumirán en la mendicidad y en la guerra perpetua. Sus
conquistadores serán heridos por el sol, pero no subirán dos
veces; les sucederá la peor de las desgracias y acabarán entre
insultos a los ojos de los demás pueblos. Las coronas de los
reyes, grandes y pequeños, caerán. uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho... Habrá una guerra terrible entre
todos los pueblos. Los océanos enrojecerán... La tierra y el
fondo de los mares se cubrirán de, esqueletos, se fraccionarán
los reinos, morirán naciones enteras... el hambre, la
enfermedad, los crímenes desconocidos de las leyes... cuanto
el mundo no habrá contemplado aún. Entonces vendrán los
enemigos de Dios y del Espíritu Divino que residen en el
hombre. Quienes cojan la mano de otro, perecerán también. Los
olvidados, los perseguidos. se sublevarán y llamarán -la
atención del mundo entero. Habrá nieblas y tempestades, Las
montañas peladas se cubrirán de bosques. Temblará la tierra...
Millones de hombres cambiarán las cadenas de la esclavitud y
las humillaciones por el hambre, las enfermedades y la muerte.
Los antiguos caminos se llenarán de multitudes que Irán de un
sitio a otro. Las ciudades mejores y más hermosas perecerán
por el fuego... una, dos, tres... El padre luchará con el
hijo, el hermano con el hermano, la madre con la hija. El
vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de las almas
imperarán sin frenos... Se dispersarán las familias...
Desaparecerán la fidelidad y el amor... De diez mil hombres,
uno solo sobrevivirá... un loco, desnudo, hambriento y sin
fuerzas, que no sabrá construirse una casa, ni proporcionarse
alimento... Aullará como un lobo rabioso, devorará cadáveres,
morderá su propia carne y desafiará airado a Dios... Se
despoblará la7 tierra. Dios le dejará de su mano. Sobre ella
esparcirán tan sólo sus frutos la noche y la muerte. Entonces
surgirá un pueblo hasta ahora desconocido que, con puño
fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y del vicio y
conducirá a los que hayan permanecido fieles al espíritu del
hombre, a la batalla contra el mal. Fundarán una nueva vida en
la tierra purificada por la muerte de las naciones. Dentro de
cincuenta años no habrá más que tres grandes reinos nuevos que
vivirán felices durante setenta y un años. En seguida vendrán
diez y ocho años de guerras y cataclismos... Luego los pueblos
de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán
en la superficie de la tierra.
Mongolla orienta¡,
camino de Pekín, me pregunté frecuentemente,
-¿Qué sucedería, si todos estos pueblos y tribus tan distintos y de
tan diferentes razas y religiones comenzasen a emigrar al
Oeste?
Ahora, en el momento
de escribir estas últimas líneas, mi mirada se dirige
involuntariamnte a ese vasto corazón del Asia central, teatro
de mis correrías y aventuras. A través de los. torbellinos de
nieve o de las tempestades de arena del Gobi, veo el rostro
del hutuktu de Naraban, tono reposado me descubra el secreto
de su pensamiento, señalando al horizonte con su fina mano de
aristócrata.
Cerca de Karakorun, a
orillas del Ubsa Nor, contemplo los Inmensos campamentos
multicolores, los rebaños de toda clase de ganado, las
yurtas azules de los jefes. Sobre esto se alzan los
estandartes de Gengis Jan, de los reyes del Tíbet, de Siam,
del Afganistán y de los príncipes indios; los signos sagrados
de los pontificess lamaístas, los escudos de los Janes y de
los Olets y los sencillos atributos de las tribus mongolas del
Norte. No oigo el rumor de la agitada multitud. Los cantores
no cantan los aires melancólicos de las montarías, de las
llanuras y de los desiertos. Los jinetes mozos no disfrutan
corriendo en sus ágiles caballos. Masas y masas de
innumerables ancianos, mujeres y niños, ocupan el terreno y
más allá al Norte y al Oeste, hasta donde la vista puede
alcanzar, el cielo se tiñe con rojeces de llama y se oye el
retumbar y el crepitar del incendio y el estruendo horrísono
de la batalla y a matanza que lleva a los guerreros asiáticos
entre ríos de sangre propia y de los enemigos, a la conquista
de Europa. ¿Quién gula esas multitudes de ancianos sin armas?
En ellas domina un orden severo, una comprensión profunda y
religiosa del fin que se proponen, la paciencia y la
tenacidad. Es la nueva emigración de los pueblos, la última
marcha de los mongoles.
Quizás Karma ha
abierto una nueva página en la historia ¿Qué ocurrirá si el
Rey del Mundo está con ellos?
Pero este gran
misterio de los misterios continúa siendo impenetrable.
Ferdinand Ossendowski
...extractos pertenecientes
al
libro "Bestias, Hombres, Dioses" |